domingo, 9 de marzo de 2014

TALCO Y BRONCE



El segundo libro de John Sampson  “Talco y Bronce” es más profundo y se distancia del primero, mucho más recreado en el impulso vivencial.

Este Talco y bronce responde a su textura hojosa que deviene de la raíz y a ese ruido esponjoso de campana confundido con las olas que gritan el desgarramiento de Orfeo por las tracias.

Bajo  lo virtual de su incoherencia temática subyace espontánea una cronométrica unidad de pensamiento a pesar que los poetas no ostentan memoria de científico sino de pájaro que vuela de un punto a otro durante las cuatro estaciones.

Hoy el poeta puede estar en el cementerio della Joswa desbrozando con una interrogante la lápida de Ludovico y la de un tal John Sampson muerto en un tiempo porvenir,  pero mañana, distinto, en el cerro del Suspiro viendo que los vividores se prorrogan el destino en nombre de la ley.

Así transcurre su existencia: desmadejando impulsos hasta verlos empinados como un papalote alejándose de los peregrinos del sarcófago y del polvo que acompaña a los muertos.

Allá, cerca de las ciudades selenitas, se está mejor si es que se puede estar mejor con los confederados delegados del tiempo, sin temerle al charco, sin sacrificar corderos, disfrutando la turgencia dorada de la poesía, de la poesía simple, como esta de John Sampson, simple como el agua, pero discursiva como un rio, sin reposo, sin bahías, con bordes y vertientes que sufragan, habitadas por la cítara de Orfeo, por ese sabor a maíz, a Popul Vub, a silencio consumado que busca. a Dios entre los niños y sólo encuentra incienso en los altares.

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