miércoles, 5 de marzo de 2014

ANTE UN CUADRO DE JOSEF ALBERS

Cuando pequeño me llamó la atención el nombre de Albers.   Ocurrió cuando escribía un cuento-que titulé "El sueño de Albers". A mi maestro le gustó mucho aquel ingenuo tema de un niño que se las ingenió para arrancar un cristal de la araña ornamental de la Iglesia y producir arcoíris en los días apacibles de aquel pueblo que estallaba de luz bajo el radiante Sol del trópico. Ahora que estaba en el Museo Soto ante un cuadro de Josef Albers, una sensación extraña me reclamaba. Estoy seguro que no era el nombre porque de él me percaté momentos después. Me excitaba aquel cuadrado de colores planos dando una sensación de relieve. Estuve tanto tiempo mirando como antes lo estuve ante un mural de Va­ssarely que preside el hall y posteriormente en la sala 2 ante uno de Richard Anuszkietwtz "Paralelismo espectral" al cual le encontré cierta identificación con' la fisicromía de Carlos Cruz Diez. Me pre­gunté si acaso Cruz Diez partió de allí  o viceversa. Pero lo importante es que aquellos tres cuadros  ubicados dentro del; arte óptico fueron entre todos los de las dos salas, los que imantaron mi atención sin poder explicar exactamente por qué. Si porque en mi subconsciente residen restos de aquel cuento infantil o si porque los fenó­menos ópticos siempre detienen al ser humano. Yo que durante mucho tiempo creí que el arte era representativo, figurativo de una reali­dad capaz de conmover al espectador, me convencía  que también el arte puede plantear situaciones de percepción que nada dicen del mundo ni del artista en sí, sino que es el producto calculado de la inteligencia apoyado en la física óptica.  Tal es el Op Art o que a la postre no es más que un juego abstracto y desapasionado onde uno se encuentra con  imágenes múltiples, evasivas, sin una estructura fija,
El arte óptico se conoce como tal desde los años sesenta, pero Josef Albers, según lo pudimos constatar después del contacto con su obra, nació el siglo pasado (1888) en Alemania, murió en Estados Unidos a la edad de 88 años en marzo de 1976.  La obra permanentemente expuesta en el Museo Soto, original y única, fue realizada en 1957 –óleo sobre mazonite, formato 77x77,  y pertenece a la serie “Homenaje al cuadrado”.
De todas maneras se le ubica como precursor del arte óptico, pues sus investigaciones sobre la interacción del color tienen mucho que ver con este fenómeno.
Examinando el libro de Jean Clay "Rostros del Arte Moderno" encontramos a Albers y concluimos en que fue siempre un artista de espaldas al azar, un científico del arte que sabía qué hacer y lo que buscaba.
Profundiza tanto el color que llega a dominarlo, de manera que puede fácilmente eclipsar un rojo vivo, alborozar un gris muy triste como hacer retroceder un azul cobalto. Esto y muchas otras posibilidades logra dentro de una pintura sui-generis que juega con usted, que lo penetra, invade e impacta su percepción hasta límites sólo impuestos por su interés en la estética como medio para llegar al conocimiento y esencia de cierto fenómeno.
No vamos a decir que Albers  descubre el color. Este existe desde que existe.  Cómo se produce es otra cuestión que se remonta mucho más allá de la época del artista.
Cuando Albers quiso sacudirse de la atmósfera del hollín haciendo vitrales insólitos con culos de botellas en el Bauhaus de Weimar tendría 33 años de nacido y para esa época-1921- hacia más de dos centurias y media que Issac Newton había descubierto el espectro solar tan bien representado en el arco iris.
De manera pues que ya antes que Albers se sabía que el color tiene que ver fundamentalmente con la luz y que de acuerdo con la onda de su vibración  que impresiona la retina éste se produce. La impresión sensorial que nos ocasiona un tipo dado de vibración de lo que puede captar el ojo lo llamamos un color. Científicamente está comprobado que la onda menor es la del color violeta y la más larga la del rojo.
Albers  se afinca en la ciencia para causarnos un placer estético que nos pone  en sintonía con los tiempos presentes y por venir. Un pla­cer estético que nos recrea espiritualmente, pero que a la vez nos colo­ca en situación interrogante, reflexiva, sobre problemas que aún pugnan por una explicación definitiva, Por ejemplo, cómo vemos los colores? Porqué a plena luz el color más brillante es el amarillo y el verde es la luz débil? Este efecto detectado por primera vez por el físico Purkinje se puede observar en algunas otras obras de Albers  -serigrafías- que se conservan en el Museo Soto, pero que no están en exhibición.
Albers nació en Alemania casi al pie de una mina de carbón en el Ruhr. Fue alumno y estudiante del_Bauhaus, una escuela distinta a la tradicional, fundada por Gropius y de donde salieron las principales proposiciones estéticas de medio siglo en arquitectura, diseño, pintura, arte escénico, tipografía y publicidad. Cuando los nazis hostigaron la Escuela hasta Cerrarla (1933) emigró a los Estados Unidos donde trabajó incansablemente y desarrolló a plenitud lo mejor de su obra.
Josef Albers pintó siempre en lienzo duro y sobre blanco porque el blanco resalta la pintura y atraviesa la luminosidad y la tela dificultaba los fenómenos ópticos que quería reproducir.
Otra peculiaridad suya era que nunca le interesaron las formas, pero como su pintura requería de un recipiente, adoptó el cuadrado, por eso es sistemático y constante la presencia en su obra de esta figura geométrica.
Su preocupación fundamental fue siempre el color. Llegó a tener en los anaqueles de su taller hasta 80 amarillos. El color, el color es la diferencia sus cuadros porque realmente todos se parecen por la forma. Su obsesión fue jugar con el color, confrontarlo, enriquecerlo o degradar a unos a expensas de otros, poner en evidencia sus ondulaciones, sus vibraciones, movimientos ocultos de la materia inerte. Aquello de que el movimiento y la luz destruyen la materialidad de los cuerpos" se aprecia en la obra de Albers, pero para destruirla el artista no necesita del movimiento real y la luz puede ser natural y artificial. Su clave está en el conocimiento profundo y sistemático de los colores.
Albers cuando inició su carrera de artista plástico nunca retrocedió ni cayó en la tentación de los atajos.
                Para llegar a su meta, la modulación de los pigmentos, utilizó  una vía única antecedida por los vidrios traslucidos y las formas ambivalentes.















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