Cuando pequeño me llamó la atención el nombre
de Albers. Ocurrió cuando escribía
un cuento-que titulé "El sueño de Albers". A mi maestro
le gustó mucho aquel ingenuo tema de un niño que se las ingenió para arrancar
un cristal de la araña ornamental de la Iglesia y producir arcoíris en los días apacibles de aquel pueblo que
estallaba de luz bajo el radiante Sol del trópico. Ahora que estaba en el Museo Soto ante un cuadro
de Josef Albers, una sensación
extraña me reclamaba. Estoy seguro que no era el nombre porque de él me percaté momentos después. Me excitaba aquel cuadrado de colores planos dando una
sensación de relieve. Estuve tanto tiempo mirando como antes lo estuve
ante un mural de Vassarely que preside el
hall y posteriormente en la sala 2 ante uno de Richard Anuszkietwtz "Paralelismo espectral" al cual le
encontré cierta identificación con' la fisicromía de Carlos Cruz Diez. Me pregunté
si acaso Cruz Diez partió de allí o viceversa. Pero lo importante es que aquellos tres cuadros ubicados dentro del; arte óptico fueron entre todos los de las dos salas, los que
imantaron mi atención sin poder explicar exactamente por qué. Si porque
en mi subconsciente residen restos de aquel cuento infantil o si porque los
fenómenos ópticos siempre detienen al ser humano. Yo que durante mucho tiempo
creí que el arte era representativo, figurativo de una realidad capaz de conmover al espectador, me convencía que también el arte puede plantear situaciones
de percepción que nada dicen del mundo ni del artista en sí, sino que es el
producto calculado de la inteligencia apoyado en la física óptica. Tal es el Op Art o que a la postre no es más que
un juego abstracto y desapasionado onde uno se encuentra con imágenes múltiples, evasivas, sin una
estructura fija,
El arte óptico se conoce
como tal desde los años sesenta, pero Josef Albers, según lo pudimos constatar
después del contacto con su obra, nació el siglo pasado (1888) en Alemania,
murió en Estados Unidos a la edad de 88 años en marzo de 1976. La obra permanentemente expuesta en el Museo
Soto, original y única, fue realizada en 1957 –óleo sobre mazonite, formato
77x77, y pertenece a la serie “Homenaje
al cuadrado”.
De todas maneras se le ubica como precursor del arte
óptico, pues sus investigaciones sobre la interacción del color tienen mucho
que ver con este fenómeno.
Examinando el libro de Jean Clay "Rostros del Arte Moderno"
encontramos a Albers y concluimos en que fue siempre un artista de
espaldas al azar, un científico del arte que sabía qué hacer y lo que buscaba.
Profundiza tanto el color que llega a dominarlo, de
manera que puede fácilmente eclipsar un rojo vivo, alborozar un gris muy triste
como hacer retroceder un azul cobalto. Esto y muchas otras posibilidades logra
dentro de una pintura sui-generis que
juega con usted, que lo penetra, invade e impacta su percepción hasta límites sólo impuestos por su interés en
la estética como medio para llegar al conocimiento y esencia de
cierto fenómeno.
No vamos a decir que Albers descubre el color. Este existe desde que existe.
Cómo se produce es otra cuestión que se remonta mucho más allá de
la época del artista.
Cuando Albers quiso sacudirse de la atmósfera del
hollín haciendo vitrales insólitos con culos de botellas en el Bauhaus de
Weimar tendría 33 años de nacido y para esa época-1921- hacia más de dos
centurias y media que Issac Newton había descubierto el espectro solar
tan bien representado en el arco iris.
De manera pues que ya antes que Albers se sabía que
el color tiene que ver fundamentalmente con
la luz y que de acuerdo con la onda de su vibración que impresiona la retina éste se produce. La
impresión sensorial que nos ocasiona un tipo dado de vibración de lo que puede
captar el ojo lo llamamos un color. Científicamente está comprobado que la onda
menor es la del color violeta y la más larga la del rojo.
Albers se afinca en la ciencia para causarnos un
placer estético que nos pone en sintonía
con los tiempos presentes y por venir. Un placer estético que nos recrea espiritualmente,
pero que a la vez nos coloca en
situación interrogante, reflexiva, sobre problemas que aún pugnan por una
explicación definitiva, Por ejemplo, cómo vemos los colores? Porqué a plena luz
el color más brillante es el amarillo y el verde es la luz débil? Este efecto
detectado por primera vez por el físico Purkinje se puede observar en
algunas otras obras de Albers
-serigrafías- que se conservan en el Museo Soto, pero que no están en
exhibición.
Albers nació en Alemania casi al pie de una mina de
carbón en el Ruhr. Fue alumno y estudiante del_Bauhaus, una escuela
distinta a la tradicional, fundada por Gropius y de donde salieron las principales
proposiciones estéticas de medio siglo en arquitectura, diseño, pintura, arte
escénico, tipografía y publicidad. Cuando los nazis hostigaron la
Escuela hasta Cerrarla (1933) emigró a los Estados Unidos donde trabajó
incansablemente y desarrolló a plenitud lo mejor de su obra.
Josef Albers pintó siempre en lienzo duro y sobre
blanco porque el blanco resalta la pintura y atraviesa la luminosidad y
la tela dificultaba los fenómenos ópticos que quería reproducir.
Otra peculiaridad suya era que nunca le interesaron
las formas, pero como su pintura requería de
un recipiente, adoptó el cuadrado, por eso es sistemático y constante
la presencia en su obra de esta figura geométrica.
Su preocupación fundamental fue siempre el color.
Llegó a tener en los anaqueles de su taller hasta 80 amarillos. El color, el
color es la diferencia sus cuadros porque realmente todos se parecen por la
forma. Su obsesión fue jugar con el color, confrontarlo, enriquecerlo o degradar
a unos a expensas de otros, poner en evidencia sus ondulaciones, sus vibraciones, movimientos ocultos de la materia
inerte. Aquello de que el movimiento y la luz destruyen la
materialidad de los cuerpos" se aprecia en la obra de Albers, pero para
destruirla el artista no necesita del movimiento real y la luz puede ser
natural y artificial. Su clave está en el conocimiento profundo y sistemático
de los colores.
Albers cuando inició su carrera
de artista plástico nunca retrocedió ni cayó en la tentación de los atajos.
Para llegar a su meta, la modulación de los
pigmentos, utilizó una vía única
antecedida por los vidrios traslucidos y las formas ambivalentes.
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