Soñé que eras pez,
pequeño, diminuto,
apenas una minucia
colacoleando en el océano de mis morichales
en torno a mi cuerpo que apenas sentía
las dentelladas placenteras de tus caricias.
Luego creciste, te hiciste grande.
Fuiste creciendo hasta medirme con
tu vientre
y amagarme a cada instante con tus senos
tus senos que se agitaban
frenéticos de risa
Insaciable, no pudiste soportarme
me engulliste bajo la apariencia del devónico
celecanto y me gritaste en cada palabra
que sentía asfixiarse en tus entrañas
Atrapado estás y ya nunca más volverás a ver
la luz del día. No importa, recuerdo que
respondía.
No importa si la puedo ver a través de tus
ojos
y en cada latido de tu sangre que ya es parte
de mi vida.
Junio 82