viernes, 9 de mayo de 2014

La siembra prodigiosa del amor




Siembro el nombre de mis amigas en la memoria sustituta de la que no puede permanecer.
Lo siembro en tierra feraz como el mar para que se multiplique en flora exuberante, en algas luminosas donde abreven los peces que llevarán por el mundo el mensaje de las que en algún instante de mi vida me dieron el placer de tenerlas de algún modo conmigo. Siembro el nombre de Luz entre ritos y cantos gregorianos; el de Irma que al fin sucumbió en los brazos del  Alfabetizador foráneo; los nombres de Crucita, Rosa, Josefina y Bertha que jamás supieron de mi amor replegado en la timidez de mi infancia; el de Nelly, la novia de mi hermano; el nombre de Guillermina tras montañas de leñas protegiéndose de los chacales de la SN; el de  Antonieta con sus pechos pródigos y desbordantes; el de Teresa, el más largo amor incomprendido con resultados inexorables; el amor de Danely Valdez bajo el cielo luminoso del Yocoima; el amor sofocante de Argelia entre los mogotes del aeropuerto; el hermético amor de Filis; el que una vez rae dio Lidilia; el tríptico amor de Irna; el amor inseguro de Cruz María; el amor vacilante de Naiza; el amor permanente de Claris; el tierno y dulce amor de Franca; el amor intrascendente de Omelia; el amor nunca manifiesto de Gladys; el amor de Milagros traducido en amistad intelectual; el juego de las Nenas; el amor facundo de Lourdes; el amor discotequeado de Nancy; el amor pasajero de aquella chinita bella; el insaciable y erótico amor bethoviano de Belkis y el inolvidable, valiente y puro amor de Graciela, el amor de Ana Sánchez, el amor de Belkis dominguez , el amor de Martha Sierra , el amor de Yuilis, el amor de Martha Peña, el amor de Norelkis.
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