jueves, 1 de mayo de 2014

LA DAMA DE OJOS ZARCOS



Me miraba intensamente con sus ojos zarcos, de luz fría como luciérnaga, mientras devoraba las proteínas de un bien sazonado plato de algas. Yo tenía tanta hambre como ella, pero era incapaz de decirlo por interés de no interrumpir desde mi ángulo aquella mirada silenciosa, pues sentía que la amaba con las palpitaciones incontenibles de un hermoso corazón de jirafa. Era realmente exótica y aunque extraña, juro que sería bienvenida en mi hormiguero sin que ningún miembro de la comunidad se atreviese a atacarla. Exótica y auténtica. Inimitable. Totalmente ajena e incompatible con el arte de la Galería de Mimma Mondadori.  Conmigo sería longeva porque jamás la resignaría a una funesta soltería. Sería terrible si renunciara a un impostergable casamiento. Lloraría como el Amatl con una incisión eterna. Me bebería mis lágrimas aunque los indios dejaran de jugar con ellas. Me las bebería hasta quedar como un Odre. Preferible antes que planear como pez volador o volverme Esguin para nunca salir del cautiverio del río. Prefiero, mujer de ojos zarcos, prefiero como San Eduardo, remar, remar, hasta el horizonte luminoso de tu amor que es el mar.

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