miércoles, 14 de mayo de 2014

Una temporada en el Infierno


Rimbaud.PNG
Rimbaud era un viejo
de 30 años
carcomido por la sífiles
Con su traumática ambición
Había escalado montañas
montañas de oro y de miseria
e instalado un harén
con Djami en el centro
Djami era un adolescente
con cuerpo de mujer y ojos de gacela 
Quería a Rimbaud
como Rimbaud alguna vez quiso a Verlaine
el trovador que abandonó a su esposa 
para unirse con él en el infierno
Rimbaud sin embargo era poeta
poeta de grandes símbolos
misterios y hechizos
antes o después que el opio y el hashid 
trataran inútilmente
de acabar con él.
Américo Fernández / 19/9/71


martes, 13 de mayo de 2014

MARAT

Jean-Paul Marat portre.jpg


Marat
era jacobino
como Robespierre
Marat amaba al pueblo
y el pueblo lo adoraba
Marat era un agitador
periodista de pluma en ristre
escribía siempre metido hasta el cuello
en una bañera de agua sulfurada
Era que a Marat
se lo comían los hongos de una cloaca
donde estuvo metido
cuando el absolutismo lo perseguía
Marat combatía sin cesar
a la clase dominante
opresora de su pueblo
Perseguido, preso, absuelto
nunca pudieron vencerlo
ni siquiera los hongos
que devoraban su piel
Solo aquel cuchillo traicionero
de Carlota Corday
Pero es que Marat ha muerto?
No!  Marat vive!
Vive Marat en cada acción
y en cada gesto rebelde del pueblo.



sábado, 10 de mayo de 2014

EL AVE SOLITARIA




En Le Bourget la gente se ha vuelto loca? Exclaman, gritan en medio de una excitación contagiosa.
-Ha caído el Ave Solitaria!!!
-I did it -Se ha oído decir al caer.
Toda la oscuridad y la niebla, cedía bajo las luces y las lágrimas.
-Dónde está mi madre? -Preguntó confuso, pero luego recordó que ella  había quedado más allá  del Atlántico.
Centenares de automóviles sonando sus bocinas le seguían en larga caravana. Alguien en el trayecto le dijo: "Esto es para usted" y el muchacho rubio y delgado se metió 200 mensajes en el bolsillo venidos desde el otro lado del mundo. Pensó otra vez en su madre y en el despuntar del día en el Roosevelt Field, en la cabina estrecha de su máquina volante, los cuatro sandwiches, el chocolate caliente y la botella de agua.
Fue un viaje largo, pero mucho más rápido que el de cualquier colonizador de la época colombina. Aquellos cubrían el trayecto en grandes barcas bien tripuladas y tardaban hasta dos meses para llegar a Nueva York. El en cambio, no tuvo que mojarse los pies sino elevarse como un pájaro y respirar el escaso oxígeno a dos mil pies. Acortar en 33 horas y media la distancia entre Paris y Nueva York. Algo así como 3.600 millas. Eso ocurrió el 20 de mayo de 1927 pilotando un avión monomotor de nueve cilindros y 220 caballos de fuerza por el cual desembolsó 580 dólares, algo para entonces aparentemente imposible aunque 42 años después Armstrong y Aldrin llegaron a la Luna.
Después de la apoteosis de Paris, su gloria de Aguilucho Solitario se trastocó en pesadumbre. Cada vez que veía a un niño se volvía triste. Era como si no hubiera volado nunca y sintiera muerto el porvenir.
Carlos Augusto Lindbergh murió en Hawai en Hama junto al Océano Pacífico. Antes de que él diera el salto inmortal lo adelantaron inútilmente  y a costa de sus vidas Manageser, Coli,  Davis y Stantow. Fonch también lo intentó y fracasó aunque no pereció en la "aventura loca". Pero alguien pretendió robarle el sabor de la gloria y lo logró secuestrando y dando muerte a  Boby Lindy, de 20 meses., su hijo, Un carpintero alemán, Bruno Richard Hanptornan, fue llevado al patíbulo por el atroz delito y hasta ahora no se sabe si era culpable o inocente. En aquel instante de la pena patibularia el "Aguilucho Solitario" habría podido recordar cuando sobre la pista de Roosvelt Field, encomendado al "Espíritu de San Luis" exclamó: "El condenado a muerte les dice hasta la vista".

viernes, 9 de mayo de 2014

La siembra prodigiosa del amor

Siembro el nombre de mis amigas en la memoria sustituta de la que no puede permanecer.
Lo siembro en tierra feraz como el mar para que se multiplique en flora exuberante, en algas luminosas donde abreven los peces que llevarán por el mundo el mensaje de las que en algún instante de mi vida me dieron el placer de tenerlas de algún modo conmigo. Siembro el nombre de Luz entre ritos y cantos gregorianos; el de Irma que al fin sucumbió en los brazos del  Alfabetizador foráneo; los nombres de Crucita, Rosa, Josefina y Bertha que jamás supieron de mi amor replegado en la timidez de mi infancia; el de Nelly, la novia de mi hermano; el nombre de Guillermina tras montañas de leñas protegiéndose de los chacales de la SN; el de  Antonieta con sus pechos pródigos y desbordantes; el de Teresa, el más largo amor incomprendido con resultados inexorables; el amor de Danely Valdez bajo el cielo luminoso del Yocoima; el amor sofocante de Argelia entre los mogotes del aeropuerto; el hermético amor de Filis; el que una vez rae dio Lidilia; el tríptico amor de Irna; el amor inseguro de Cruz María; el amor vacilante de Naiza; el amor permanente de Claris; el tierno y dulce amor de Franca; el amor intrascendente de Omelia; el amor nunca manifiesto de Gladys; el amor de Milagros traducido en amistad intelectual; el juego de las Nenas; el amor facundo de Lourdes; el amor discotequeado de Nancy; el amor pasajero de aquella chinita bella; el insaciable y erótico amor bethoviano de Belkis y el inolvidable, valiente y puro amor de Graciela, el amor de Ana Sánchez, el amor de Belkis dominguez , el amor de Martha Sierra , el amor de Yuilis, el amor de Martha Peña, el amor de Norelkis.
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jueves, 8 de mayo de 2014

ALOO,.. EL AMOR???




Posiblemente yo no sea lo que tú te imaginas y cuando ante tus ojos sea lo que nunca te imaginaste, tal vez se desplome todo lo que fue nuestro sueño desde aquel día en que lo eventual nos unió en la distancia a través de la palabra que tiene en ocasio­nes la suerte de viajar tan pronto como el espíritu gracias a esos puentes invisibles inventados por el hombre y que uno muchas veces maneja a nuestro antojo como ocurrió aquella vez en que tu alma llegó despacio a encontrarse con la mía para ir juntos de las manos a recorrer las distancias que aún se hacen invencibles para ese deseo inagotable de la unión copular de nuestros cuerpos, fin del amor que se prolonga en la fruc­tificación para que de alguna manera sea perenne lo que uno cree que es bueno como se cree y creyeron los que vienen más atrás desde su origen.
Tal vez sea yo a la hora de la confrontación lo que te imaginaste y a la vez tú la fluida y mágica evo­cación de siempre para que el sueño hermoso no se desplo­me y crezca más de lo imaginado.
Tal vez por temor de romper el sueño tierno y her­moso que nos junta huyamos uno del otro aunque permanezca el encuentro de nuestra voz en la distancia.
Tal vez un día casual o más adrede nos veamos y hasta hablemos sin saber tú que sea yo o yo que seas tú y que por decepción del uno del otro se desmaye el sueño de lo imaginado y tú y yo a partir de entonces nos perdamos para vivir del recuerdo de lo que pasó como una anécdota más que se puede contar a la hora una la tertulia amistosa e intrascendente.
O tal vez la decepción no llegue hasta allí sino que alcance niveles traumáticos de frustra­ción y entonces la vida se vuelva triste y sin ob­jeto por el fracaso de aquel ensayo de amor que parecía la existencia misma.
O tal vez uno de los dos a la  hora de la ver­dad se considere burlado y trate de auto-compensarse burlando a cuantos se pueda en una dirección que se iría eslabonando hasta formar un mundo pequeño o grande burlados en el cual se prohibiría por ley o porDecreto,  jugar al amor por el discado directo.

martes, 6 de mayo de 2014

EL COLIBRÍ Y LA FLOR

Reinaldo González Guevara ha escrito su sexto libro o, digámoslo mejor, su sexta plaquettte, dedicada  a ese  gran tesoro de la humanidad que son los niños, dueños de un lenguaje muy particular utilizado por el autor para poder llegar hasta ellos, tal cual como lo hicieron en su tiempo Carlos Grim, con Pulgarcito y el Reino de las abejas; Hans Christian Andersen, con Las pequeñas sirenas y Los soldaditos de plomo; Jaime Sthephens, con sus inolvidables cuentos de hadas, Lewis Caroll, con  las  Aventuras de Alicia en el país de las maravillas; Charles Perrault, con Caperucita Roja y Antoine De Saint Exupery, con aquel Principito que vivía en un asteroide muchísimo más pequeño que Plutón, al cual los astrónomos acaban de sacar del sistema planetario,  porque los chicos por fantasear tanto no tienen cabida en el sistema planetario donde brilla ese Dios Sol que sentenció al Gigante Dormilón, acusado por las avispas, de vender los aerosoles que atentan  contra la capa de ozono.
Y así como ellos, hay otros tantos como Reinaldo, metidos en la literatura infantil, asumida siempre como un canto a la vida de los héroes y de los seres naturales, mágicos y divinos que pueblan los mundos del universo.  Bien es sabido que nada mejor para llegar al alma en cualquiera de sus momentos, que el canto en forma de música y poesía y estos cuentos brevísimos de Reinaldo, evocadores del ingenio fabuloso de Esopo, tienen mucho de ello, lo cual se percibe al ritmo de la lectura del texto que es cutícula de anécdotas ingenuas que el niño convierte en leyendas o mitos de su fantasía.
“La Avispa y el Gigante Dormilón” primero de su semana de cuentos, tan bien conjugados en  las ilustraciones de María Elena Jansen, toca sin llegar a perder su calidad de tal, un tema muy vigente en nuestros días como es la presencia y manejo de esos químicos llamados aerosoles que como los gases orgánicos de automóviles e industrias, vienen afectando la capa de ozono que nos protege contra los rayos ultravioletas.
Se evidencia en este cuento las bíblicas, históricas y tradicionales luchas de los pequeños contra los gigantes que Jonathan Swift plantea muy bien en “Los viajes de Gulliver” por el imaginario país de los liliputienses que aunque es la sátira de un irlandés contra la sociedad inglesa, se apoya en la fantasía de una imaginación extraordinaria y es que los gigantes son hombres enormes y pesados que no pueden competir con la agilidad de una avispa, por ejemplo, de allí que tan diminuto y dulce insecto sea capaz de vencer a un gigante aunque éste además de su descomunal tamaño se refuerce con otras armas.  Tal es el caso del vendedor de aerosoles o el caso ya en otros términos más sublimes, del Colibrí que conquista el amor de una flor.  Una flor tan espléndidamente dimensional capaz de aprisionarlo con sus pétalos; sin embargo, el Colibrí con todo y ser el ave más diminuta de la avifauna, puede volar hacia atrás, vibrar como la cuerda de una guitarra y embriagarse de amor con el néctar de una flor tal como  lo cuenta Reinaldo en su plaquette. 
Él cuenta también la proeza de un mago que lanzó al espacio un balón de múltiples colores.  El balón no pudo sostenerse allá arriba y regresó a sus manos.  Inconforme el Mago.  Inconforme el Mago, repartió los colores ente lo niños para que ellos impregnaran las retinas de sus ojos más allá de sus descendientes.  De allí que los colores ejerzan una fuerza de atracción sobre los niños y pretendan ellos con su ingenio atraparlos como bien lo hace el arco-iris al cesar la lluvia.  En esa tarea inacabable ellos utilizan una paleta de pintura, un prisma o un calidoscopio parecido a uno de esos catalejos que utilizan los piratas de los galeones para ubicar sus objetivos que no son precisamente los colores acaso porque los piratas depredadores no saben de colores aunque sean los galeones los mejores lugares para divisarlos entre el mar, el cielo y el horizonte transformados en arco-iris, en crepúsculos  y en las infinitas lunas de las galaxias, allá donde una niña soñadora  llamada Estrella, cazó con  su gancho de pelo un lucero que luego la magia del sueño convirtió en vistoso papagayo o “Papalote” como lo llama Juan Rulfo en “Pedro Páramo”:  “Pensaba en ti, Susana. En las lomas verdes, cuando volábamos papalotes en la época del aire.  Oíamos allá abajo el rumor viviente del pueblo mientras estábamos encima de él, allá en la loma, en tanto se nos iba el hilo de cáñamo arrastrado por el viento”.
Como vemos, Susana y su compañero tenían su patio que eran las lomas, para jugar o elevar sus papalotes.  Todos los niños tienen su patio para jugar y echar a volar sus volantines, para batear, incluso,  los frutos del limonero más allá de la cerca del vecino o echar a navegar en el jagüey barquitos de papel  a bordo de los cuales se puede navegar aunque sea en sueño como lo hacía Alejandro Otero cuando era niño en su modesta casa de bahareque y techo de palma allá en Upata. Cuando llovía –me decía- se hacían con las goteras unos pocitos en los cuales Alejandro echaba a navegar su fantasía infantil traducida en ingeniosos barquichuelos de papel o como  cada día lo hace nuestro buen amigo Reinaldo González, que nunca ha perdido su calidad y condición de niño  para crear su propio Orinoco y poder con la falca de su fantasía  llegar hasta ustedes los chicos que son siempre un puerto abierto y seguro, generoso, amable y feliz.


lunes, 5 de mayo de 2014

LA IMAGEN DE FROILAN

;">La imagen de Froilán venía a mí en los momentos de escasez o cuando por la calle veía pasar sobre ruedas de biciclo un bronceado vendedor de pescado.
Entonces la imagen de aquel pescador singular llegaba con toda la fuerza de su expresión vital. Re­luciendo con el salitre de la tarde, entre redes y agujas, los rasgos de una mezcla racial en lo que el negro había puesto todo su vigor de ébano. Sin embargo, Froilán carecía de labios pronunciados y carnosos y acaso por ello alguna vez lo llamaron culi.
Tampoco sus ojos eran desmesurados, pero en ellos parecía estar suscrita toda la latinidad de una tristeza con nexos esclavistas muy lejanos. Su mujer traslucía ascendencia hispana y su apellido parecía estar conectado con el primer habitante de la isla.
No era muy alto el hombre y su andar era lento y parco como su palabra. Según los habitantes de aquella Isla era un "hombre con suerte" protegido desde su pectoral por una diminuta "reliquia" forrada con cuero brillante y preparada por uno de los mejores ensalmadores de Costa Firme. Ella era capaz de inflar las redes del pescador y repetir el milagro de Jesús cuando se fue a la mar con los primeros apóstoles.
Los "lances" de Froilán eran célebres en la Isla. Nadie parecía igualar su suerte de abarcar tantos peces con tan pocas redes. La ranchería estuvo siempre repleta de lebranches y jureles, de sierras y tahalíes y en los aposentos el pescado reseco por la sal y el sol embriagaba tanto como el salpreso que sobre el entarimado dejaba chorrear la salmuera corrosiva. Era un olor fuerte, penetrante, que vigorizaba los pulmones y nos hacía elucubrar maradas de riquezas, El pescado por arroba valía mucho y el dinero circulaba a profusión entre los pescadores. Había ron y cerveza en abundancia y el resplandor de la cohetería iluminaba los cielos de las noches.
Pero una vez vino la desgracia. La reliquia de Froilán desapareció de su pecho y nunca más los trenes volvieron a tierra con la fauna preciosa de otros días. Froilán se fue sumiendo cada día en el letargo de la superstición y confuso e irredimible se sentaba al pie del faro sobre el cerro a contemplar los mares desolados. Froilán se fue acabando como una vela a llama lenta en la oscuridad inquietante de las noches de insomnio. Nadie más pensó en el y su imagen se fue desvaneciendo a medida que surgían otros nuevos y prósperos pescadores. Froilán no está. Se apegó tanto a la fe de su reliquia que ya no existe sino en el recuerdo de aquel niño que saltaba entre montones de pescados bajo la enramada de la espaciosa y bulliciosa ranchería para ver donde estaba el más gordo y ensartarlo por la boca y luego rumbo a casa silbando  una melodiosa canción de despedida.